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Gdansk: entre luces, sombras y el susurro del invierno.

Adrián Rico I MY MAGAZINE

El aire está impregnado con los aromas tentadores de la feria, una mezcla de dulces especiados y platos tradicionales que invitan a saborear cada momento. El gigantesco árbol de Navidad, erguido en el centro de la plaza, brilla con miles de luces, adornado con esferas doradas y rojas que reflejan la luz de las estrellas y las farolas cercanas. A su alrededor, las decoraciones festivas cuelgan de las fachadas de los edificios históricos, como la Casa de la Mariquita y el Ayuntamiento, cuyas estructuras medievales se ven bañadas por el resplandor de las luces, creando una atmósfera que parece sacada de un cuento de hadas.

Los puestos de madera se alinean a lo largo de la plaza, cada uno más encantador que el anterior. Artesanos locales se esmeran en mostrar sus productos, que van desde figuras talladas en madera de escenas navideñas hasta delicadas cerámicas pintadas a mano. En cada rincón, hay un regalo especial esperando ser descubierto: joyas de plata con intrincados diseños, juguetes de madera que evocan tiempos pasados y decoraciones navideñas que capturan la esencia de la ciudad. Los colores cálidos de los puestos, junto con los adornos naturales de ramas de pino y musgo, crean una sensación acogedora y mágica.

Uno de los mayores encantos de la feria es la comida, cuyo aroma se mezcla en el aire, atrayendo a todos los sentidos. Los puestos de comida, humeantes y cálidos, ofrecen las delicias más tradicionales de la cocina polaca. Los pierogi, esas empanadillas rellenas de todo tipo de ingredientes, como carne, setas o col, se sirven con una generosa dosis de crema agria. El karp, el pez de agua dulce, se cocina de manera tradicional, acompañado de ensaladas y guarniciones. La sopa de remolacha, el famoso barszcz, sirve como un reconfortante recordatorio del sabor de la Navidad en Polonia. Para el postre, las opciones son aún más tentadoras: makowiec, un pastel relleno de semillas de amapola, pierniczki, galletas de jengibre decoradas con glaseado, y la opción perfecta para combatir el frío: grzane wino, un vino caliente especiado que ofrece calor y sabor en cada sorbo.

Al llegar a Gdańsk en Navidad, la brisa fría me recibe como una promesa de magia invernal. La Plaza del Mercado Long se convierte en un paraíso navideño, iluminado por miles de luces que dan vida a cada rincón. Los puestos de madera, decorados con coronas de pino, ofrecen artesanías únicas: figuras de madera, joyas y cerámicas hechas a mano. Mientras paseo, los villancicos polacos suenan suavemente y el bullicio de familias y turistas crea una atmósfera festiva perfecta, envuelta en una cálida mezcla de risas, conversaciones y el sonido crujiente de las botas sobre las calles empedradas.

 

Adrián Rico

Creador de SoyMitux, apasionado de lo desconocido y periodista.