Las fiestas populares de Galicia están llenas de historia y simbolismo, y una de las más representativas de la región es sin duda Magosto, una celebración que remonta sus raíces hasta tiempos prehistóricos. Celebrada entre el 1 y el 11 de noviembre, esta fiesta honra tanto la vida como la muerte, la purificación de las almas y agradece a la tierra por la cosecha anual. A lo largo de los siglos, Magosto ha pasado por diversas transformaciones, pero sigue siendo una de las festividades más importantes de la región, especialmente en los pueblos del interior gallego.
Un homenaje a la Tierra y a la cosecha
El Magosto es una fiesta profundamente vinculada a la naturaleza y al ciclo agrícola. En su forma más moderna, durante estos días, las comunidades gallegas se reúnen alrededor de una brasa para asar castañas, chorizos y disfrutar del vino nuevo. Es un momento para celebrar la cosecha que el año ha traído, para recordar a los seres queridos que ya no están y para renovar el vínculo con la tierra que sustenta la vida. En cada uno de estos rituales se respira una sensación de agradecimiento y de conexión con lo más profundo de la cultura gallega.
Un origen ancestral
La historia de Magosto tiene raíces que se remontan a tiempos muy lejanos. Se cree que sus orígenes datan del Paleolítico, cuando la castaña, junto con la bellota, era uno de los principales alimentos de los seres humanos. En este sentido, el Magosto fue un homenaje a este fruto de la tierra, que alimentaba y sustentaba a las comunidades primitivas. Con el paso de los siglos, las tradiciones celtas, romanas y medievales contribuyeron a conformar la festividad tal y como la conocemos hoy.
La influencia celta y romana
La influencia celta fue crucial en la creación de las primeras celebraciones en torno al Magosto. Los celtas, que habitaban la zona norte de la península ibérica, ya celebraban en esta época el fin de la cosecha y el inicio de un nuevo ciclo. La fiesta de Samaín, que marcaba el paso de un ciclo a otro, es considerada una de las antecesoras del Magosto. Con la llegada de los romanos, la fiesta adquirió mayor importancia. Los romanos trajeron consigo una especie de castaño más resistente, que se adaptó perfectamente al clima gallego y permitió la expansión de los castañares, convirtiendo la castaña en un alimento básico para la población rural.
Los avatares del Magosto en la Edad Media
Durante la Edad Media, la fiesta de Magosto pasó por momentos difíciles. La llegada de una enfermedad que afectó a los castañares redujo la cantidad de frutos disponibles, mientras que la aparición de otros alimentos traídos de América, como la patata y el maíz, dio lugar a una disminución del protagonismo de la castaña en la dieta gallega. Sin embargo, en las zonas del interior de Galicia, lejos de los grandes núcleos urbanos, la tradición de Magosto se mantuvo viva. Y en estos lugares, es donde la fiesta sigue siendo más fuerte y se celebra con más fervor.
Un acto de recuerdo y celebración
Hoy en día, Magosto es una fiesta que sigue siendo celebrada con el mismo espíritu de antaño, aunque adaptada a los tiempos modernos. Según la tradición, por cada castaña asada en la brasa, un alma es liberada del purgatorio y regresa a celebrar con los vivos. Esta creencia impregna la festividad de un aire espiritual y simbólico, cargado de memoria y de homenaje a aquellos que ya no están. Partiendo del Día de Todos los Santos, el Magosto se extiende hasta el 11 de noviembre, coincidiendo con la festividad de San Martiño, y es un momento para recordar y honrar a los antepasados.
A lo largo de estos días, los pueblos de Galicia se llenan de vida. El aroma de las castañas asadas llena el aire, las personas se agrupan alrededor del fuego y, mientras degustan los manjares típicos, cuentan historias de antaño y reafirman su conexión con la tradición y con la tierra. El Magosto no solo es una fiesta de agradecimiento por la cosecha, sino también una celebración de la memoria colectiva, que mantiene vivas las raíces más profundas de la identidad gallega.
Un vínculo inquebrantable con la Tierra
El Magosto sigue siendo, a día de hoy, una de las fiestas más entrañables y significativas de Galicia. Con su origen en tiempos prehistóricos, esta celebración ha superado el paso del tiempo y las transformaciones sociales y culturales, manteniéndose como un acto simbólico de agradecimiento, de purificación y de recuerdo. La castaña, ese fruto ancestral, sigue siendo el verdadero protagonista de una festividad que no solo celebra la cosecha, sino que también honra a los que nos precedieron y reafirma el vínculo con la tierra, tan importante en la cultura gallega.